lunes, 14 de marzo de 2011

LLEGÓ EL GRAN DÍA

El día 3 de marzo fuimos invitados al Teatro Maestranza para presenciar el ensayo general de la ROSS dirigida por Pedro Halffter con una gran orquesta sinfónica en la que no faltaba detalle, percusiones exóticas entre las que se encontraba una batería, gong, xilófono, un enorme bombo, instrumentos especiales en la plantilla como el contrafagot, 4 fiscornos, 3 trombones, tuba, saxos, etc... Todo para dar un impresionante colorido orquestal a la obra de Alberto Ginastera, que describe el ambiente de una tribu guaraní en su entorno natural.

La experiencia más emocionante de este día fue comprobar cómo interpretaba la ROSS esta obra que llevábamos meses preparando, cuán diferente era su sonido potente y lleno del nuestro, íntimo y camerístico. Tras la suite Panambí pudimos quedarnos al ensayo de la 6ª sinfonía de Beethoven, Pastoral, de plantilla mucho más reducida y de corte más clásico-romántico.


Al día siguiente los nervios en todos empezaban a aflorar por la inminente llegada del esperado gran día. Fue el 4 de marzo cuando más de 100 jóvenes sobre el escenario del gran teatro sevillano hicieron sonar en ensayo general por primera vez juntos las Variaciones sobre Panambí.

Entre estos chicos se encontraban 21 alumnos nazarenos del IES Vistazul que interpretarían el primer movimiento: Claro de Luna sobre el Paraná - Los rumores de la selva. Teníamos la seguridad de haber ensayado lo suficiente y en dicho ensayo la obra sonó a la perfección. Nada hacía ver el lógico nerviosismo y emoción que nos subía por las piernas. Conforme fuimos escuchando las aportaciones de los otros centros supimos que la obra estaba muy bien preparada y que seguro sería un éxito al día siguiente. Todos satisfechos volvimos a casa con la tranquilidad de saber que la suerte ya estaba echada.

...Y llegó el gran día: A las 9.45 de la mañana del 5 de marzo, Paco Martín comprobaba con dedicación cómo todos los alumnos habían sido puntuales a la cita con sus impolutas camisas blancas y pantalones negros. La emoción y la ilusión se palpaban en cada una de las palabras de los chicos, en sus gestos y sus comentarios. Creo que fuimos los primeros en llegar al teatro y situamos rápidamente los instrumentos sobre la escena. No hubo un segundo ensayo sino tan sólo un repaso del 5º movimiento de la suite: La danza final, donde participaban los más de cien jóvenes músicos de distintos centros.

Nuestra pieza era la primera. El público constituido por más de mil personas parecía disfrutar de la misma ilusión que nosotros. La presentación de Ana Hernández-Sanchiz fue preciosa pero se nos hizo interminable por el nerviosismo que agitaba mariposas en nuestros estómagos. Tras la presentación de los músicos adoptados (Angel, Iñaki, Dimitri y Miguel) y de los directores de cada uno de los movimientos (Rafa, Marta, Jose y Antonio) se escucharon cálidos y cariñosos aplausos que llenaron la sala hasta el último rincón.

Nosotros fuimos los primeros en tocar. Cristina López y Mari Carmen Domínguez se dispusieron con sus mallas negras en el suelo en la posición inicial para acompañar con sus movimientos los sonidos de nuestros instrumentos.

 La danza "Claro de Luna sobre el Paraná" comenzó bajo un estremecedor silencio de todos los asistentes. Un gesto de mi mano marcaba la entrada a solo de la trompa del gran Ángel Lasheras, nuestro músico adoptado que atacó el melancólico tema principal en compás de 7/4 casi ad libitum. Sobre la última nota de la trompa el xilófono bajo de Manuel Marchante marcaba con austeridad las notas presentadas por la trompa que simbolizaban el canto del Paraná.

Sobre las láminas de Manuel se unió el resto de láminas con la precisión casi milimétrica de Amanda y Miriam Gómez, Cristina González y Antonio Montaño. El propio río parecía discurrir por el escenario entre los golpes de madera y metal de las láminas. La obra iba creciendo en densidad hasta que el órgano de Fernando Cala llegaba a crear un ambiente mágico y misterioso al que se unieron en acordes las flautas de Pablo Ramos y Loida Carmona. El palo de lluvia de Paula del Cueto con su sonido mágico e indeterminado anunciaba el final de la sección con un glissando suave de láminas y la aparición del leit-motiv que evocaba el canto del Paraná tocado por la trompa.

Un breve silencio marcado por la mano al aire del director daba la entrada al cambio de carácter: entraban las guitarras de Fran Cardona y Carlos Beleño en notas cortas y rápidas a la vez que Paula deslizaba el palo de lluvia entre sus manos como deteniendo el tiempo. A esta intervención sucedieron los sonidos de los rayos de luna sobre la nocturnidad del río: un calderón en las maracas de José Amor era seguido por un preciso toque brillante del triángulo de Alfonso Martín y la respuesta en los cascabeles de Luna Díaz convirtiendo la música de sus instrumentos en destellos de luna sobre el agua.

Un expresivo silencio introducía la entrada a los golpes del timbal de María Todorova en compás de 4/4 al que se fueron sumando el timbal de Alejandro Román, las claves de Jairo González, las guitarras, el teclado, hasta conseguir un castillo rítmico de sonidos étnicos sobre el que se imponían las melodías por terceras de las dos flautas. En el cénit de esta parte más rítmica se suspende el tiempo y retoma el protagonismo la trompa con el canto del Paraná seguida en eco por las flautas en compás de 3/4, una breve pausa introdujo la sección de láminas que atacó la coda con tres suaves acordes homofónicos sobre los que se impuso una nota tenida de la trompa de Ángel recapitulando la nota inicial. El aplauso fue estremecedor. No sabría decir si nos impresionaron más los aplausos emotivos de las más de mil personas que daban su calor desde el patio de butacas o el respetuoso silencio absoluto del público durante nuestra intervención.

Rafael Espigares Pinazo

Profesor de música del IES Vistazul




0 comentarios:

Publicar un comentario